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  • Foto del escritorHugo Marroquin

Close

Actualizado: 28 oct 2023

¿Recuerdas la crueldad de tus compañeros de escuela a los 13 años? ¿Revivirías esa época? Claro, si fuiste uno de los que bulleaban quizas sí para volver a sentir el poder que da humillar y someter al débil. Pero si fuiste de los vulnerables, agradeces haber sobrevivido y con suerte años después has logrado sanar al niño herido en buena medida.


Creo que los avances en la apertura social, las legislaciones y la conversación en torno a temas LGBT+, sobresalientes en entornor urbanos, nos restan empatía por espacios donde aún los estigmas son preponderantes o simplemente nos mantienen, a los que habitamos espacios de privilegio, en una cómoda burbuja de seguridad.


Hace cinco años comencé a trabajar mi tercera novela —que no he concluido, pero eso es otro cuento— que precisamente se desarrolla en un entorno opuesto al que he vivido siempre, el urbano, pero que conozco muy bien desde hace casi 30 años, la Bélgica rural y agrícola.


Ya Bélgica es un país singular al encontrarse dividida y unida por tres territorios, tres lenguas y decenas de micro regionalismos identitarios. Creo firmemente que el corazón de los belgas valones, a quienes más conozco, es muy similar al de los mexicanos: cálido, sincero, amable, amoroso y leal.


La campiña belga de Valonia no es exactamente le plat pays que cantó Jacques Brel, pequeñas elevaciones rompen los horizontes y nos sumergen algunos metros o nos elevan otros tantos. Entre villages residenciales parecidos a los suburbios gringos se entelazan campos agrícolas y cementerios de soldados desconocidos caidos en las guerras europeas del siglo pasado, que son a la vez fracturas y memoria que sus viejas granjas dan cuenta al sobrevivir el paso del tiempo.


Sin embargo la campiña belga está lejos de los suburbios gringos. Quizás más cerca de la Francia rural de Édouard Louis en Para acabar con Eddy Bellegueule o al Quebec provincial de Xavier Dolan en Tom en la granja.


A esto quiero sumar otro espacio temporal: la edad. Para finalmente hablar de los protagonistas de esta hermosa y dolorosa película: Leo y Remi, dos chicos de 13 años que viven en esta campiña de la comunidad francesa y asisten a la misma escuela a unos kilómetros de sus casas y se encuentran cada mañana en bicicleta para irse juntos. Veremos un retrato de su amistad, fuerte e intensa. Ese tipo de amistad que se mezcla con amor filial, complicidad y vastedad.


Y precisamente asistiremos al retrato de dos mejores amigos. Importante recordar lo que era la construcción de un mejor amigo y su simbolismo social en esa edad. El mejor amigo que es compañero de aventuras imaginarias en una edad donde aún el jugueteo es parte cotidiana, las batallas épicas, las armas de palos de madera, los cientos de enemigos invisibles al mundo pero peligrosos en el juego infantil.


También estos dos amigos habrán de enfrentar un peligro mayor que el de los soldados imaginarios de sus juegos entre los viejos muros de la granja, un peligro que azota la vida de miles de niños y niñas que sin haber definido su identidad deben enfrentarse a la violencia que suponen los prejuicios en la escuela y de los compañeros.


Enfrentarse depende de las habilidades de cada uno. Algunos necesitan ser protegidos por otros más fuertes. Otros, pueden defenderse solos. La capacidad de adaptarse, simular, replicar o fingir roles determinaba cuan mal o bien podíamos pasarla. Y todo esto casi siempre invisible a los ojos de los padres y adultos del entorno familiar.


Close habla de todo esto. El tema de identidad sexual es relevante pero no es lo que define a la película. Definitivamente quienes nos identificamos como personas de la comunidad LGBT+ encontraremos un eco sonoro en Close pues nos llevará a ese dolor de no pertenecer, de sentirse diferente, de no tener la fuerza, el coraje.


Y recordar que debemos agradecer por haber sobrevivido, pues aún hoy día muchos jóvenes deciden acabar con su vida por la violencia que supone su entorno. Y ver Close, enseñársela a alguien, seguramente ayudará a darle una perspectiva empática sobre el lugar de origen que compartimos más alla de una frontera política o generacional.


Close es el segundo largometraje de Lukas Dhont. Actuaciones de: Eden Dambrine, Gustav De Waele, Léa Drucker y Émilie Dequenne. Bélgica –Países Bajos–Francia, 2023, 105 minutos. Yo la encontré en MUBI.




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