Somos lo que comemos.
Somos lo que narramos de nosotros mismos.
Dime con quién andas y te diré quién eres.
¿Es alguna de estas frases ciertas para ti? Hace tiempo que pienso sobre las palabras y las narraciones que leo en otros. Hace tiempo que pienso en esto que es la "polarización". Decidí, primero, alejarme de la noticia cotidiana política; esa del tipo: el legislador tal dice que..., el grupo política declara que..., una universidad [desconocida o quizás inventada] de EE.UU. publicó un estudio que señala..., ante los señalamientos de tal, fulano opina que... y todo ello me ha parecido basura. Porque nada es relevante, ni transformador, sólo palabras que se vomitan ante una cámara, ante un teclado, ante lo que sea con tal de hacer eco a lo que creo, sin intención de escuchar, dialogar o aprender.
Después miré cómo, por ejemplo en Twitter o Facebook, que gente que admiraba vomitaba más y más bajo la simulación de opinión. Dejaron de hablar de los temas que antes me interesaban, para sólo hablar de sus malestares políticos o de la vida, aunque nunca hablaron de aquello que hacían en su vida cotidiana para transformar esa realidad. Comencé a dar unfollows.
Pero después sucedió con gente querida, en los que todo se convirtió en manifestar su opinión, su malestar o felicidad exacerbada. Claro, cada quien hace, dice y usa sus medios en la manera que quiere. Ese no es mi punto. Es sólo que a esta gente la perdí de vista por aburrimiento a su único tema y reiteración de posición, mayormente, política.
Todo mundo comparte palabras, vomita palabras, pervierten y prostituyen palabras sin pudor, ejercen su derecho de expresión con fervor... pero nunca veo eso traducido en acciones reales, no veo que compartan lo que hacen para transformar lo que sea que pelean por transformar.
Son lo que hablan. Son lo que no hacen. Otra razón para apagar las redes más minutos cada día e ir a otro lugar, donde podamos ser lo que hacemos y dejar de ser sólo palabras.