Pensamientos de mi propia vida
- Hugo Marroquin
- 23 sept
- 2 Min. de lectura
Escribo este texto en un tren rumbo a Bélgica. Vuelvo a una tierra que no es mía, pero guarda el mito fundacional de mi vida adulta.
Hace casi treinta años vine por primera vez. Atendí el llamado a esta aventura porque algo dentro de mí sabía que habría de encontrar. ¿Qué? No lo sabía con claridad, era un impulso incontrolable, ya dentro de mí sabía que no quería más ser quien era.
Perdí una falange en un accidente cuando tenía un año. Desde ahí comencé a ser diferente. Me acostumbré a ocultarlo, a esconderme. Quizás pude haber sido otro niño, haber comprendido el mundo desde otro lugar.
No fue así. Hasta que llegué a Bélgica. La broma de un compañero al saludarme y notar mi dedo no se sintió como las burlas crueles que hubo antes.
En esa mirada del otro descubrí el camino para, yo mismo, ser otro. Inicié un nuevo rumbo en mi vida, y esta tierra se convirtió en una suerte de segundo nacimiento.
Esa es la génesis de quien elegí ser. Pensar que todo pasa —quizá tarde años— pero llega. Y la felicidad sucederá, a ratos, durante el trayecto.
Treinta años después sigo regresando, o como se dice en francés: je rentre. Mis amigos en México se sorprenden de que dedique tiempo, energía y dinero en volver a un lugar tantas veces visto.
Para mí viajar no se trata de sólo el descubrimiento, sino también del reencuentro. Porque estamos más al día con los cambios, con esos otros que devenimos. Nos reconocemos sin apelar a un pasado demasiado lejano.
Vuelvo para ser quien puedo ser aquí y no soy en otros lugares. Pues cada sitio contiene el marco de posibilidades para ser alguien. Como cuando pongo la cabeza en el regazo de mi madre y vuelvo a ser hijo. O hermano que habla de la vida entera con su hermana. Soy amigo, tío, primo, compañero, pareja, confidente, escritor, jefe o empleado.
También soy fuerte, creativo, amoroso y a ratos vulnerable, temeroso e inseguro. Soy alguien cuando hablo en francés y con lo que puedo expresar en esa lengua, siempre lejos de quien soy cuando hablo español y puedo decir mucho más.
Intenté muchas veces ser Enrique, mi segundo nombre, sin éxito. También ser Hugo-Enrique, pero tampoco pude. Entendí que era Hugo. Como si nada, como si nunca, como si siempre.
Soy un Hugo en el día, a veces varios en las noches. En compañía o en solitario, hay versiones de mí que toman lugar. Algunas se manifiestan poco y otras lo hacen con más frecuencia. En estas me reconozco más.
Mi nombre es un mosaico de otros y otredades: fuente y cimiento de mi esperanza.
Sé que todo habrá de cambiar. Espero estar tan atento como a tiempo. Dispuesto y asertivo.
Y tener siempre la oportunidad de preguntarme, sin miedo: ¿quién más puedo ser?
Este texto fue publicado originalmente en mi newsletter Fuera del Algoritmo como parte de uno de cuatro textos del #5 Desde otro lugar.
Fuera del Algoritmo es un espacio donde comparto historias, hallazgos y reflexiones que escapan a la lógica del contenido automático.
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