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Crímenes de odio, madres valientes y el derecho a ser uno mismo

  • Foto del escritor: Hugo Marroquin
    Hugo Marroquin
  • hace 4 días
  • 4 Min. de lectura

Judy Shepard: la madre que transformó el dolor en lucha.


Primero, un ejercicio mental: Intenta imaginarte agonizando por alguna circunstancia cruel de la vida, al borde la muerte; después, en ese suplicio, ¿pensarías en tu madre? ¿qué imagen vendría a tu mente de ella?


Matthew agonizó por 18 horas. Fue golpeado y después atado a una cerca en medio de un campo agrícola. Un ciclista que paseaba lo descubrió. Murió poco después en el hospital. ¿Qué habrá pensado durante esas 18 horas? ¿qué habrá pensado en los momentos de conciencia que pudo haber tenido?


Yo creo que pensó en su mamá. Yo lo haría. 


Más de una vez, pensar en Matthew me ha hecho llorar. Esto pasó en 1998. Teníamos casi la misma edad. Cuando me enteré, pensé que pudo pasarme a mí.


Decidió salir a tomar algo. Algo normal a los veinte. Yo también comencé a salir en esa época. Descubrir bares, lugares donde otros chicos se congregaban. Bailar y bailar. Nunca fui de tomar mucho, tampoco de drogas. Pero bailar, sí que me gustaba.


La diversión era la recompensa después del miedo. Hacíamos fila sobre la calle de Monterrey, donde estaba el Anyway. Formados mirando hacia la pared, dando la espalda al flujo de los carros. El temor de ser reconocido, expuesto por alguna broma pesada del azar. Quizás no fue así para todos, aunque así lo recuerdo. Tampoco es que el miedo sea lógico ni la memoria certera.


Eran años sin teléfonos celulares. Cuando estabas fuera de casa era imposible ser encontrado. Como siempre he sido precavido, avisaba a uno de mis hermanos. También influenciado por los titulares amarillistas de la revista Alarma! que cada tanto publicaban notas de los asesinatos pasionales entre homosexuales.


Quizás Matthew creyó, al ser correspondido en sus sonrisas, que los dos chicos en el bar también eran gays. 


“Eran años en que sabíamos demasiado poco de los otros. Se concertaban citas con la escasa información que uno lograba en latinchat. Édouard Louis lo explica mucho mejor en Historia de la violencia. Yo más de una vez, en el arrojo del deseo tuve miedo de toparme con un mataputos disfrazado. 


Los asesinos de Matthew alegaron gay panic. Una expresión utilizada en el contexto legal para describir una defensa en la que un acusado de un delito violento contra una persona homosexual alega que su violencia fue causada por una reacción irracional a una insinuación sexual no deseada. 


El concepto ha sido aceptado en juicios. Ni se diga socialmente, provoca la empatía heterosexual masculina inequívocamente. Pero aún la más burda insinuación sexual no justifica que lo hayan matado. Y de esa manera. Dejándolo atado hasta, por casualidad, ser encontrado tras 18 horas de agonía.


Judy Shepard, madre de Matthew, ha seguido una lucha incansable con importantes logros en materia legislativa y determinantes en términos de visibilidad de los crímenes de odio. 20 años después, los restos de Matthew se encuentran en la Catedral de Washington, donde cada 1 de diciembre se ofrece un servicio en su memoria.


El Proyecto Laramie es originalmente una puesta en escena sobre las reacciones al asesinado de Matthew Shepard en la ciudad de Laramie, Wyoming. El éxito de esta obra llevó a HBO a producir un documental audiovisual. En tiendas especializadas de teatro así como en tiendas en línea se consigue el guion teatral


A veces miro en retrospectiva y veo los avances. Yo mismo vivo en un privilegio mayúsculo donde puedo ser –en gran medida– pero mentiría si dijera que no he visto las caras de desagrado cuando camino de la mano con mi pareja, los susurros en los restaurantes, los silencios entre la gente, aún conocidos, o que no siento miedo en ciertos momentos, a veces atento a un insulto, otras, a la violencia. 


Hace un tiempo, un amigo —heterosexual— me llamó exagerado cuando le compartí mis miedos.  No es algo fácil de explicar la sinrazón del miedo.


Quizás él no se enteró de cómo mataron a Sara Millerey, hace tan poco. Varios hombres la golpearon, le fracturaron los dos brazos y las dos piernas para después aventarla a un río caudaloso, contra el cual apenas podía sostenerse con el torso en medio de algunas ramas más sólidas que sus huesos dislocados. Golpeada por la corriente fue videograbada. Los torturadores no permitieron que la auxiliaran. Sus gritos de ayuda eran sonidos dolorosos sin consonantes. La voz se corrió y su madre alcanzó a llegar: fue testigo de la más cruel vileza.


Lamento haber visto la imagen de manera desprevenida en X. Es una atrocidad que no logro sacar de mi cabeza.


“Mamá no me abandones”, le dijo Sara a su madre poco después cuando se encontró en el hospital.


A Matthew lo mataron por ser homosexual en Wyoming en 1998. A Sara por ser una mujer trans en Medellín en 2025. 


Este texto fue publicado originalmente en mi newsletter Fuera del Algoritmo, un espacio donde comparto historias, hallazgos y reflexiones que rompen con la lógica del contenido prefabricado. Si quieres recibir cada entrega directamente en tu correo, puedes suscribirte en fueradelalgoritmo.substack.com

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