Heima de Sigur Rós: un documental para reconectar con la contemplación.
- Hugo Marroquin
- hace 12 minutos
- 3 Min. de lectura
Quizás fue después de la pandemia que mi inquietud sobre la falta de atención se intensificó. Desde el amigo que mira el celular constantemente mientras tomamos un café, los colegas del trabajo cuando estás presentando algo, hasta la violencia verbal e intolerancia de las redes sociales por la incapacidad de la gente de entender, contextualizar o discernir.
Dice Johann Hari en su libro El valor de la atención (Planeta, 2023): “Vivimos una grave situación de crisis de atención. Un estudiante cambia de tarea cada 65 segundos, un adulto en una empresa cada 3 minutos, niños de 4 o 5 años son incapaces de escuchar un cuento sin levantarse.”
Detenernos largo rato parece cada vez más difícil. Esto avanza tan rápido, corremos frenéticamente cada día. En Vida contemplativa (Taurus, 2023) Byung-Chul Han reflexiona largo y tendido. Y le he disfrutado tanto porque no sólo encontré palabras a ideas que comparto sino la búsqueda de una salida.
Entonces, toca salir a descubrir, reaprender tantas cosas. Como aquellas tardes en los años 90 cuando salía a jugar con los amigos del barrio o en bicicleta con los compañeros de la escuela sin que mis padres supieran dónde andaba yo exactamente, sin posibilidad de rastrearme. Volver, aunque sea momentáneamente, a esa libertad.
Hacer esto en tantas de nuestras ciudades latinoamericanas ya no es quizás una opción. O no para los adolescentes. Pero hace tanto ya que dejé esa edad. Añoro aquella libertad, aquellos aburrimientos, la vida desconectada.
En los últimos años he disfrutado más que nunca de caminar. Andar horas por la ciudad, sobre todo en esos domingos de ciclovía bogotana cuando la ausencia de carros reduce el ruido constante del ambiente. Camino, miro y escucho. Me gusta escuchar audiolibros, pódcast, entrevistas o a Sigur Ròs.
Sigur Rós, la música que me ha acompañado en tantas noches de escritura desde que escribí Los años de los amantes en 2014. Y también en largas caminatas. Es de un efecto casi hipnótico para mí, quizás por no entender ni una sola palabra del islandés es que todo lo escucho como una vocalización peculiar y hermosa.
El documental Heima de Sigur Rós fue grabado durante una gira de esta banda por Islandia en 2006 que pasó por 16 locaciones de la isla, desde amplios parques hasta pequeñas salas. De hecho, fue el primer filme en debutar en streaming en vivo en YouTube.
Para mí, escuchar a Sigur Rós es transportarme a una dimensión diferente, una donde los colores del cielo se parecen a mi melancolía, donde el aire recorre mi cuerpo como las caricias que he olvidado y a veces me visitan en sueños como huéspedes inesperados. Un espacio donde las nostalgias caen como agua de lluvia, donde los recuerdos se deforman como lodo pisado por caminantes casi exhaustos de no ganarle una a la vida.
Islandia es también un lugar místico en mi mente, un destino deseado desde hace tantos años y a la fecha aún no alcanzado. He pensado mucho en cómo el frío glacial, el aislamiento en el mar del norte, la geografía volcánica –con tierra tan oscura–, la oscuridad de los inviernos o el sol –que quizás ni calienta– de los veranos, define a los seres humanos que ahí nacen y crecen.
En Heima es posible acercarse a algunos de ellos, los asistentes de los conciertos. Ver sus edades –tan variadas y distantes–, su blancura –tan uniforme–, su ropa, sus suéteres en verano. Y los paisajes. La mágica Islandia de mis sueños. Los fragmentos de paisajes que componen el imaginario en el que me desplazo.
La música de Sigur Rós es como el vaho que te deja escribir sobre un espejo palabras que en minutos habrán de desaparecer, pero cuando te reflejes en él estarán ahí para ti. Sabrás que la extraña fusión de voz humana e instrumentos musicales es un refugio, al que muchas veces querrás volver.
Te propongo encontrar un par de horas en tu vida para salir y hacer una caminata con música. Lleva solo audífonos y pon Heima… y cuéntame entonces cómo ha sido para ti.
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